Las tecnologías han llegado a desarrollarse de una manera trascendental en los últimos cincuenta años, y con el paso del tiempo, la velocidad en la que estas evolucionan también se ha incrementado. Dentro de ellas el Internet, las redes sociales, los dispositivos móviles y otras formas de intercomunicación humana que se han presentado gracias al progreso de las telecomunicaciones han generado importantes cambios en la forma en la que nos relacionamos diariamente. Es por este cambio radical que día a día la incontenible evolución de estas tecnologías comunicacionales es severamente criticada, alegando que las mismas afectan la comunicación interpersonal de manera negativa. Sin embargo ¿es realmente este desarrollo menos provechoso que perjudicial para las relaciones humanas? Yo no lo creo.
Muchos dicen que las generaciones anteriores, en donde todo tipo de comunicación era cara a cara, las relaciones eran mejores, más estables. Sin embargo, no se toma en cuenta que los que manifiestan esta idea no pueden ser sino aquellos que pueden comparar dichas generaciones, o en otras palabras, no son sino aquellos que no son individuos de la generación actual.
Una cuestión es cierta: las generaciones son distintas, y lo serán desde hoy hasta el fin de la humanidad. Por ello no se puede comparar la llamada generación tecnológica, que ha crecido a la par junto a la tecnología de una manera que no ha hecho ninguna otra, con las generaciones precedentes y viceversa. Esta es la razón por la que, por ejemplo, un adulto en sus cuarenta puede no encontrar el mismo interés por un celular de último modelo que un joven, puesto que no ha desarrollado en las correspondientes etapas de su vida una predilección por esa clase de dispositivo como el joven y, aunque tal vez reconozca sus atribuciones funcionales, no reconoce el atractivo que aprecian las generaciones posteriores a él. En otras palabras, las relaciones sociales han sido forjadas por las formas de comunicación existentes, y es teniendo esto en cuenta que las generaciones se relacionarán entre sí.
Por otro lado, existe un temor genérico ante la gran influencia social que poseen estas tecnologías de la comunicación, puesto que la imagen de las personas está en un constante riesgo de ser perjudicada. Hoy en día pocas cosas son cerradas a un público general vía las redes sociales o Internet, cualquier tipo de mensaje enviado mediante los servicios de mensajería instantánea es resguardado en algún tipo de memoria artificial, y sin importar el caso, lo que una vez es publicado en una red nunca será totalmente eliminado de ella. Esto no permite espacio alguno para cometer errores.
El recelo ante las telecomunicaciones es totalmente plausible. Sin embargo, los riesgos que presentan son también eludibles, y para ello es necesario educar al usuario que las utilice, para que este esté consciente de dichos riesgos y considere si está dispuesto o no a correrlos. Además, el peso de las telecomunicaciones no solo produce consecuencias negativas. Por ejemplo, hoy en día los sitios web conforman una plataforma para publicidad accesible para distintas clases de comercios, el teléfono celular es una forma fácil e inmediata de contactar personas y empresas, e incluso la misma realización de este blog ha sido facilitada gracias a los medios de comunicación a distancia que yo he tenido a mi alcance.
En conclusión, las nuevas tecnologías de las telecomunicaciones tienen más factores favorables que perjudiciales para las relaciones humanas, puesto que ellas forman parte de la evolución de nuestras sociedades (y de los vínculos que las conforman) y son también herramientas muy útiles que de ser utilizadas correctamente resultan de provecho para aquel que las utiliza.
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